Serie, La Anatomía del Catador

Por Natalia López Mota

Mi cuerpo es la casa dónde habito, la constante en mi vida. El espacio en dónde mi experiencia se organiza y se regula. Mis sentidos son los guardianes de la frontera de mi existencia, deciden la permeabilidad y la intensidad con la que me relaciono con el entorno, me informan dónde termina el espacio en el que habito.

Mi cuerpo tiene la misión de proveerme un espacio seguro siempre. Tiene sistemas eficientes e interdependientes para cada situación. Tiene la capacidad de cambiar la vibración célula por célula, unidad por unidad en la que habito. Cada unidad tiene la capacidad de expandirse y condensarse, de pulsar a un ritmo, de cambiar de ritmo.

Es asombroso vivir en un espacio tan dinámico. Una casa que cambia en correspondencia a mi entorno, a lo que decido vivir, a lo que decido explorar. Una casa en la que puedo soltarlo todo y ser sostenida sin esfuerzo, una casa que responde a lo que necesito.  

Esta casa es parte de mí, es en dónde todo sucede, aún cuando escapo en búsqueda de pequeños desprendimientos, es desde donde todo sucede. Es como si tuviera una antena para conectar con el universo entero, con espacios que ni siquiera sabemos cómo nombrar o dónde existen. Tiene el superpoder del camuflaje, de encontrarse y mimetizarse en otras cosas, en otros seres, en otra materia.

Una de las cosas que más amo de este cuerpo en el que me habito, es que todo lo contiene, todo lo tiene. Me componen elementos y afluentes de agua que han estado en cascadas, en nubes, en flores. Me maravilla pensar que una gota de agua que hoy es parte de mi sangre pudo estar en una ola del mar hace un millón de años. Que me conforma una memoria terrenal y cósmica milenaria. Que por ciclos eso está en mí, y que como resultado de otros ciclos también salen de mí.  

Mi cuerpo me limita, me da un límite, me acota, y paradójicamente es gracias a eso que puedo explorar lo que es la libertad, la expansión, la frontera, el regreso. En cada respiro, en cada suspiro, en cada carcajada, en cada llanto, en cada canto. El coqueteo eterno entre qué me contiene y qué me tiene, la danza entre lo que soy y en dónde vivo.


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Dirigido a profesionales y productores de vino, especialistas en aromaterapia, cata de té y café, buscando profundizar su experiencia sensorial y capacidad de apreciación a través de los sentidos y el cuerpo.


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