por Branko Pjanić

Estoy parado enfrente de nuestro pequeño viñedo en Kućiština. Las ramas están recubiertas de las heridas del granizo de mayo pasado. Muchas están visiblemente secas y caídas. Nunca curaron completamente, son un testimonio de las fuerzas naturales destructivas que nos tocaron el año pasado.
Nuestro viñedito situado a un lado de los bosques densos de Kozara esta expuesto todos los años a las calamidades de la naturaleza. Frágil ante la falta de atención de los cercanos que deberíamos cuidarlo. Muy seguido se enferma. No me sorprende, al final de día, como todos los seres, quiere amor y caricias. Necesita estar acobijado, como en la legendaria canción de Miladin Šobić “Džemper za vinograd”. Empiezo a cantarla a voz muda.
La tijera en mi mano parece estar pegada a los dedos, la mezcla perfecta del sudor de nervio, extremo frío y la verdadera dedicación a confrontar de nuevo todos los errores de los años pasados. Absorber y transformar todas las cosas fuertes que nuestras viñas sufrieron mientras no estaba aquí. Y mientras estaba también. No podemos controlar todo, me lo recuerdo a mi mismo..
Estarán vivas todas las parras, tendrán buenas yemas para brotar de nuevo esta primavera? Hay que confrontar las dudas, tomar al toro por los cuernos! Solo falta entrar entre las viñas y empezar a podar los sarmientos. Siempre cambia eso; a veces me da angustia este trabajo y a veces al contrario, corto con orgullo y respeto a todo lo que se ha hecho.
En la indecisión me agarró la nieve cayendo abruptamente del cielo color plata. Como se debe, un buen empujón, antes que se me congelen los dedos. Sentí una bonita sensación, una doble bendición. Hoy es San Trifun, es el santo protector de los viñedos, un gran santo para los que profesan la religión cristiana ortodoxa. Tanta tradición tejida alrededor de las viñas, más agarrada en nuestras costumbres qué los zarzillos a los alambres. De tantas costumbres alrededor de San Trifun escojo mis favoritas, miro al cielo con un ligero rezo para la protección de nuestros cultivos, tomo un trago largo de vino tinto directo de la botella y un otro chorro largo para la cabecera del viñedo.
Necesito un milagrito, querido Santo, para que el viñedo recupere su balance y los hongos dejen de molestarlo. Claramente, no espero que los milagros lo resuelven todo, hay más que hacer!
A trabajar se ha dicho chap, chap, chap.





